Meira Delmar
Olga Chams Eljachm conocida por su seudónimo Meira Delmar, fue una poeta colombiana de ascendencia libanesa que nació en Barranquilla (Colombia) el 21 de abril de 1922 y falleció en ese mismo lugar el 18 de marzo de 2009.
Fue una de las poetas más significativas del siglo XX en
Colombia.
Realizó el bachillerato en el Colegio Barranquilla para
Señoritas y sus estudios superiores en la Escuela de Bellas Artes del Centro de
Estudios Dante Alighieri de Roma, Italia. Estudió música en el Conservatorio Pedro Biava
de la Universidad del Atlántico e Historia del Arte y Literatura en el Centro
Dante Alighieri de Roma. Más tarde fue profesora de estas materias en la
Universidad del Atlántico.
Fue miembro, desde 1989, de la Academia Colombiana de la
Lengua, de la Comisión Interamericana de Mujeres, del Centro Artístico de
Barranquilla y del Club Zonta Internacional de Mujeres Profesionales y
Ejecutivas y de la Sociedad de Mejoras Públicas
En 2008, fue creado el Premio nacional de poesía Meira
Delmar, cuya primera entrega se efectuó el 30 de abril de 2008; y con el que se
quiso honrar a la poeta, valorar, reconocer y determinar el libro de poesía más
significativo publicado y escrito por una mujer poeta colombiana.
Comenzó a escribir poesía siendo niña. Entre sus primeros textos
destaca A las acacias en flor. Durante toda su adolescencia sintió gran
admiración por las grandes poetas latinoamericanas como Gabriela Mistral,
Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Juana de Ibarbourou.
Como sus padres no estaban de acuerdo con que publicara sus
poemas, se decidió a usar el seudónimo por el que se la conoce “Meira Delmar”; y
comenzó a enviar sus poemas a algunos periódicos y de revistas, donde rápidamente
comenzó a ganar popularidad hasta que algunas editoriales se interesaron por sus
poemas.
Las emociones y sentimientos que más visitan sus poemas,
son el amor, la tristeza, la muerte y el olvido. Todos ellos abordados desde
una mirada feminista.
Fue nombrada doctora honoris causa en Letras por la
Universidad del Atlántico y obtuvo el Premio Nacional de Poesía por
Reconocimiento de la Universidad de Antioquia, entre otros galordones.
Entre sus obras destacamos "Alba de olvido",
"Verdad del sueño", “Sitio del amor” , “Secreta isla”, “Reencuentro”
“Laud memorioso” “Huésped sin sombra”, “Alguien pasa”, "Viaje al
Ayer", "Instante" y "Muerte del olvido".
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10 Poemas de Meria Delmar
Huésped sin sombra
Nada deja mi paso por la tierra.
En el momento del callado viaje
he de llevar lo que al nacer me traje:
el rostro en paz y el corazón en guerra.
Ninguna voz repetirá la mía
de nostálgico ardor y fiel asombro.
La voz estremecida con que nombro
el mar, la rosa, la melancolía.
No volverán mis ojos renacidos
de la noche a la vida siempre ilesa,
a beber como un vino la belleza
de los mágicos cielos encendidos.
Esta sangre sedienta de hermosura
por otras venas no será cobrada.
No habrá manos que tomen, de pasada,
la viva antorcha que en mis manos dura.
Ni frente que mi sueño mutilado
recoja y cumpla victoriosamente.
Conjuga mi existir tiempo presente
sin futuro después de su pasado.
Término de mí misma, me rodeo
con el anillo cegador del canto.
Vana marea de pasión y llanto
en mí naufraga cuanto miro y creo.
A nadie doy mi soledad. Conmigo
vuelve a la orilla del pavor, ignota.
Mido en silencio la final derrota.
Tiemblo del día. Pero no lo digo.
Muerte del olvido
Se me murió el olvido
de repente.
Inesperadamente,
se le borraron las palabras
y fue desvaneciéndose
en el viento.
En busca suya el corazón tocaba
todas las puertas.
Nadie. Nada.
Y allí donde estuviera se instaló
de nuevo,
el doloroso amor,
el implacable,
interminablemente.
Alguien pasa
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.
No sé si tú recuerdas
los días aún tempranos
en que ibas como un ángel
por el jardín, y dabas
a los lirios y rosas
su regalo de agua,
y las hojas marchitas
recogías en esa
tu manera tan suave
de tratar a las plantas
y a los que se acercaban
a tu amistad perfecta.
Yo sí recuerdo, madre,
tu oficio de ser tierna
y fina como el aire.
Una tarde un poeta
recibió de tus manos
un jazmín que cortaste
para él. Con asombro
te miró largamente
y se llevó a los labios,
reverente, la flor.
Se me quedó en la frente
aquel momento, digo
la frente cuando debo
decir el corazón.
Y se me va llenando
de nostalgia la vida,
como un vaso colmado
de un lento vino pálido,
si alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Muerte mía
"La muerte no es quedarme
con las manos ancladas
como barcos inútiles
a mis propias orillas,
ni tener en los ojos,
tras la sombra del párpado
el último paisaje
hundiéndose en sí mismo.
La muerte no es sentirme
fija en la tierra oscura
mientras mueve la noche
su gajo de luceros,
y mueve el mar profundo
las naves y los peces,
y el viento mueve estíos,
otoños, primaveras.
¡Otra cosa es la muerte!
Decir tu nombre una
y otra vez en la niebla
sin que tornes el rostro
a mi rostro, es la muerte.
Y estar de ti lejana
cuando dices "La tarde
vuela sobre las rosas
como un ala de oro
La muerte es ir borrando
caminos de regreso
y llegar con mis lágrimas
a un país sin nosotros
y es saber qué pregunta
mi corazón en vano
por tu melancolía.
¡Otra cosa es la muerte!"
Narciso
Asomado a la fuente ve que el agua le mira
con el trémulo asombro de su propia belleza.
Los ojos ya no pueden rescatar la mirada
que ha olvidado en las redes hialinas del espejo.
Nunca nadie en la tierra
quedará como él, ensimismado
en el reflejo fiel de su hermosura,
nunca nadie perdiera
como él la certeza de las horas,
fijo en la verde orilla e inclinado
sobre el tiempo sin tiempo de su imagen.
Y cuando acerca el beso
a los labios que ascienden,
no sabe cómo cae, cómo huye por fin
su desbordado amor entre las ondas.
La flor que así lo cuenta
lleva su nombre gualda
entre las manos.
La tarde
Te contaré la tarde, amigo mío.
La tarde de campanas y violetas
que suben lentamente a su pequeño
firmamento de aroma.
La tarde en que no estás.
El tiempo, detenido, se desborda
como un dorado río.
Y deja ver en su lejano fondo
no sé que cosas olvidadas.
El día vuelve aun en una ráfaga
de sol,
y fija mariposas de oro
en el cristal de aire...
Hay una flauta en el silencio, una
melancólica boca enamorada,
y en la torre teñida de crepúsculo
repiten su blancura las palomas.
La tarde en que no estás... la tarde
en que te quiero.
Alguien que no conozco,
abre secretamente los jazmines
y cierra una a una las palabras.
De paso
No es el tiempo
el que pasa.
Eres tú
que te alejas
apresuradamente
hacia la
sombra,
y vas dejando
caer,
como el que se
despoja
de sus bienes,
todo aquello
que amaste,
las horas
que te hicieron
la dicha,
amigos
en quienes hubo
un día
refugio tu
tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las
manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la
vida,
se te sigue
yendo,
como u hilo de
agua
entre los
dedos.
Canción
lejana
Y yo también
como la tarde
toda me tornaré
dichosa
para quererte y
esperarte.
Iluminada de
tus ojos
vendrá la luna,
vendrá la luna
por el aire.
Tú me querrás
inmensamente.
Mi corazón será
infinito
para la
angustia de tu frente.
Yo te daré los
sueños míos:
amor, dolor,
sencillamente.
Después será la
enamorada sonrisa,
el beso, la
memoria llena de ti, maravillada.
Y el gozo azul
de estar contigo
fuera del
tiempo, sin palabras.
De golondrina
en golondrina
nos llegará la
primavera
de la mirada
pensativa.
Y un mismo
cauce de dulzura
tendrán las
rosas y los días.
Yo te daré los
sueños míos:
amor, dolor,
sencillamente.
Breve
Llegas cuando
menos
te recuerdo,
cuando
más lejano pareces
de mi vida.
Inesperado como
esas tormentas
que se inventa
el viento
un día
inmensamente azul.
Luego la lluvia
arrastra sus despojos
y me borra tus
huellas.
Dejo este
amor aquí...
Dejo este amor
aquí
para que el
viento
lo deshaga y lo
lleve
a caminar la
tierra.
No quiero
su daga sobre
mi pecho,
ni su lenta
ceñidura de
espinas en la frente
de mis sueños.
Que lo mire mis
ojos
vuelto nube,
aire de abril,
sombra de
golondrina
en los espejos
frágiles
del mar...
Trémula lluvia
repetida sin
fin sobre los árboles.
Tal vez un día,
tú
que no supiste
retener en las
manos
su júbilo
perfecto,
conocerás su
rostro en un perfume,
o en la súbita
muerte de una rosa.
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