María Ángeles Pérez López


María Ángeles Pérez López. Valladolid, 1967. Profesora titular de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca,  donde trabaja sobre poesía contemporánea en española y ha sido profesora visitante en la Universidad James Madison y en la Universidad de Washington. Realizó su tesis doctoral en 1996 sobre Narrativa y modernidad en Vicente Huidobro (1929-1942). Claves para un acercamiento, por la que obtuvo el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad de Salamanca.

Es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua española, y de la Academia de Juglares de Fontiveros e hija adoptiva del pueblo natal de San Juan de la Cruz. Forma parte del Mapa de escritoras de Castilla y León de la asociación El Legado de las Mujeres. Desde 2021 es miembro del Seminario Permanente Claudio Rodríguez, miembro del Comité de Honor de la Cátedra Gonzalo Rojas y miembro de la Asociación Genialogías, volcada en recoger el legado de las poetas.

Como poeta, su actividad desde 1997 la ha llevado a la primera línea de la poesía española contemporánea y es autora de varios libros premiados y traducidos a otras lenguas, entre ellos La sola materia (1998), Carnalidad del frío (2000) o Incendio mineral (2021), por el que recibió en 2022 el Premio de la Crítica de poesía castellana. En diciembre de 2022, obtuvo el VI Premio Internacional de Poesía Margarita Hierro, de la Fundación Centro de poesía José Hierro.

De su obra, han sido publicadas varias antologías fuera de España, como en Caracas; Ciudad de México; Quito; Nueva York; Monterrey; Bogotá y Lima. También han sido publicados libros suyos en versiones bilingües en Italia (Algebra dei giorni (Álgebra de los días), y Jardin[e]s excedidos, en Portugal y Brasil.

Ha prologado y editado antologías de Nicanor Parra: Juan Gelman y Ernesto Cardenal, con motivo del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Ha editado las poesías completas de Francisca Aguirre y Ernesto Cardenal. Ha formado parte de diversos jurados literarios, entre ellos el del Premio Miguel de Cervantes en su edición de 2007. De 2008 a 2012 coordinó el ciclo de poesía "Intersecciones" del Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Salamanca.


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6 POEMAS DE MARÍA ÁNGELES PÉREZ LÓPEZ


Tijeras que no

 

Tijeras que soñaron con ser llaves

acercan su metal hasta la llama

y lloran aleación incandescente,

el filo en que florecen las heridas

sobre el silbido agudo del acero.

En su silueta par, en su desdoble

de dedos que saltaron por el aro

como animales tristes y obedientes,

las tijeras se niegan al destino

de amputar la memoria de la lana

y el cordón que nos ata a los relámpagos.

 

Ellas cortaron días y raíces,

el estupor carnoso en las cerezas

con su gota de luz para encender

la boca de los pájaros, el hilo

que sostiene prendidas las palabras

dignidad, avellana, compañero

y el vientre del pescado en que se oxida

la llave de los vientos y el fulgor.

Tijeras que cortaron los mechones

de pelo de los niños en la inclusa

y el fino filamento del wolframio

que amparaba la noche de zozobra.

Tijeras que no quieren ser tijeras

y acercan hasta el fuego su pesar

para romperse ardiendo contra el yunque

y al disolver su nombre en los rescoldos,


abrir el corazón y sus ventanas.

 




De Fiebre y compasión de los metales (Vaso Roto, 2016)






Yo era una hermosa piedra para el aire.

 

Espesa, rotunda, y con un ojo claro

para alcanzar al águila en el pecho,


con la marca de la sangre del azor

-otra forma de decir mi propia historia-

o de un pájaro cualquiera para el caso,

con la marca de las plumas del azor

o del águila también, o la serpiente,

con la marca de la tinta del azor

con que escribir los nombres aún alados,

la nómina particular del corazón. 



 

 

 

De Tratado sobre la geografía del desastre (1997)






Cuando duermo me vuelvo sobre mí,

abrazo con las manos mis dos hombros

y así encierro en un círculo de carne

ese ardor expansivo que me alienta.

Entonces soy un centro sin orillas,

perdí la orientación de los imanes

y viajo por el sueño sin fronteras

imaginando peces de papel,

frutas redondas y húmedas de agua,

semillas atrapadas en el caño

de savia recorriéndonos el cuerpo

feliz de estar creciendo contra el aire,

algunas amapolas y el cantueso

con que mi abuela entona su pasado,

una pradera verde y sin muñón

en la que estar jugando a que me tocas


despacio, con lascivia contenida,

mientras el cielo mira enrojecido.

También sé imaginar los surtidores

con que la luz penetra por los poros,

incendia los contornos de las cosas,

la piel enardecida por el roce

espeso con que el sueño me aproxima

al comienzo del clima y su fulgor.

En el sueño soy de agua, continente

que perdió la espesura de la roca

y se fue declarando tierra nueva

y virgen roturada por el tiempo.







De Carnalidad del frio (Algaida, 2000)






Haikús del amanecer

 

Umbral primero

donde el día es la noche

y la noche, el cuerpo.

*

Palabras mudas.

Saliva que humedece

sus comisuras.

*

Útero que abre

con dolor los contornos

hacia el lenguaje.

*

Sombra y derrota.

Alacranes que duermen


bajo las horas.

*

Herida turbia

del reloj que atenaza

la luz desnuda.

*

Sólo energía.

El empuje caliente.

La algarabía.

*

Luz que levanta

su proa, su rompiente,

su espuma blanca.






De Diecisiete Alfiles (Abada, 2019)






Sobre su pecho muerto

 

Sobre su pecho muerto, la mujer

pinta una gran ventana para el aire.

El corazón, en su áspera alegría,

asoma al sur su sala octogonal

por el hueco del seno que extirparon

la enfermedad, la mano, el bisturí.

Sobre su pecho muerto, la mujer

raspa cualquier recuerdo doloroso

y colorea el soplo y el zumbido

del arrebato rojo de quedarse.

El hospital se borra en su blancura,

esa sala de espera es no lugar,

la habitación sin lágrimas ni olivos

es también no lugar, los lavatorios

y ascensores que nunca se detienen,

el pasillo alargado como el miedo

de biopsia en biopsia es no lugar.

La madre le cosió dos grandes senos

con hilo destrenzado del cordón

que la anudaba al tiempo y sus asomos.

Ahora un médico serio, preocupado

descose uno de ellos, lo retira

en silencio, y la extensa cicatriz

que corre por el tórax como el frío

abrasa los paisajes de la tundra.

Pero sobre su pecho, la mujer

sombrea un árbol negro, transversal

por la ira de perderse en el otoño.

 

También nubes y niños anhelantes

en su transpiración y su ajetreo

para mojar la tarde y las palabras.

El viento que entra en tromba la despeina

y su risa es un pájaro veloz.



 

 

De Atavío y puñal (Olifante, 2012)






Mi cuerpo choca contra los pronombres

 

Mi cuerpo choca contra los pronombres. No sé a cuál de sus exigencias obedezco.

No es cierto que sean cáscaras vacías: son vísceras y plasma en la transfusión que cede cada uno de nosotros. Cuando va a amanecer y salimos desnudos a la habitación más fría del idioma, entregamos materia y ADN.

La luz parece tan solo una escaramuza y los hospitales todavía no apaciguan el pavor, pero nosotros ya avanzamos por corredores simétricos y grises con un hilo de sangre de la mano, como si Ariadna hubiese decidido no llamarse Ariadna sino Penélope y tejer toda la noche su condena. Como si ellas dos se hubieran abrazado en la temperatura del temor y hubieran recordado que la sangre es un hilo que cose cada parte de su cuerpo: un riñón sobre el otro en la diálisis; las dos clavículas como dos mariposas atrapadas que el esternón clavó contra su tórax; un ovario que llama al otro en las veintiocho ocasiones en que la luna gira alrededor; o el agua en los pulmones del ahogado. Como si las dos fueran una: solo un hilo.

De la sangre que gotea por él, muy deprisa, caen los pronombres y manchan el suelo. Se enfadan quienes limpiaban las salas del hospital. Podríamos haber soltado piedritas para tropezar en el agotado itinerario de la vuelta. De todas formas se habrían enfadado, o ¿es que acaso se incluyen en la palabra nosotros? Lo desconozco.

¿Y ahora? ¿Quién crees que eres yo?

Solo soy una herida en el lenguaje.

con María Ángeles Maeso




 



De Incendio mineral (Vaso Roto, 2021)

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